lunes, 22 de diciembre de 2008

Dentistas en las calles - 4 fotos, un artículo y 5 fotos más

Dentista en plena calle en China


Dentista en china y su ayudante

Peor es el dolor de muela







Dentista en una calle de Afganistán con una lima común
rebajando un diente




Pase a mi consultorio: el dentista callejero indio, una especie que va desapareciendo.

Mahender Singh, el dentista de los pobres, tiene su consultorio en la calle, donde día a día atiende a sus pacientes. Como él, sólo quedan unos cien.
Agachado en una vereda calurosa y polvorienta de M. I Road, una arteria muy transitada de Jaipur, la legendaria ciudad rosada del noroeste de India, hay un dentista callejero, con 25 años de actividad. De un recipiente de metal, saca el fruto de su trabajo –un incisivo largo y amarillento– y lo mantiene suspendido. “No andaba bien,” dice el dentista, Mahender Singh. “Se movía a derecha e izquierda cuando comía”. Singh hace un gesto en dirección a su paciente, un hombre de 48 años de Lucknow que escupe torrentes de sangre a la alcantarilla. Singh, un Sikh cuya familia llegó a India desde Lahore, Pakistán, hace muchas décadas, habla de su actividad con vehemencia y modestia. Es el dentista de los pobres, dice, y le gusta.

“No pertenezco a una familia rica, por eso trabajo aquí,” dice señalando su rincón en la vereda en una tarde de un día de semana. “Trabajo localmente para los pobres”. Los servicios callejeros no son algo anómalo en las ciudades y los pueblos de la zona. A la vuelta de la esquina, un farmacéutico promociona en la vereda preparados médicos derivados de árboles. Unos pasos más lejos, hay un hombre sentado en la calle reparando ruedas de bicicleta, con su caja de herramientas en la falda. Los barberos a los lados de la calle son innumerables. Pero el dentista callejero ya no es tan ubicuo. El Dr. Ajay Kakar, periodontista de Mumbai que tiene un sitio Web para sus colegas dentales, calcula que quedan menos de 100.

India tiene 80.000 dentistas con título –y consultorios. Cada año, 11.200 se suman a la actividad, dice el Dr. Kakar. La primera institución odontológica del país fue el R. Ahmed Dental College de Calcuta; su primera promoción se graduó en 1958. Singh tomó un camino diferente. Aprendió la actividad de su padre. Posteriormente se la enseñó a su hijo, que ahora tiene 25 años, le dio su bendición y un lugar anterior, en una vereda de una zona muy activa cerca de la “ciudad vieja,” donde edificios pintados de rosa resplandecen bajo el sol del atardecer.

Los primos y tíos de Singh son dentistas en otras partes de India y en lugares tan remotos como Manchester, Inglaterra. Tienen consultorios, señala. El suyo es prolijo, aunque polvoriento, y queda a unos pasos de una canilla pública. El área de trabajo consiste en unas esteras plásticas colocadas sobre cemento bajo un bambú y una lona con un sillón. Los instrumentos están dispuestos al lado sobre un paño colocado encima del bloque de cemento. Un recipiente con agua hierve sobre un calentador de cobre. En una enorme lata de estaño hay otros instrumentos.

Entre sus pacientes, Singh, de cincuenta años, sumerge las manos curtidas a la intemperie en un líquido color púrpura, aunque su uso de antisépticos dista de ser consistente. No obstante, tiene su pequeña sofisticación. Para aplacar un dolor, no ofrece un trago de whisky o morder una bala. Singh inyecta un anestésico en las encías. ¿Si se desmayó algún paciente por el dolor? “Todo el tiempo. Aquí mismo, en la calle”, responde.

Se ha formado un grupo. Singh rellena un puente parcial para el paciente Nº 2, asistente de 42 años en un hospital. El paciente, Zaman Ali, casi no puede esperar a que Singh aparte su mano para elogiarlo. “Trabajo para el hospital público”, dice Ali. “Pero no me gusta ir a ver a los doctores de ahí”. Singh también es más barato. Por su nuevo puente, Ali paga 125 rupias, o sea US$ 1,35. En el consultorio de un dentista, el precio podía llegar a 10.000 rupias.

Abundan las golosinas que provocan caries y que son elemento central en el festival Diwali de noviembre. Sin embargo, muchos todavía prefieren un palo de madera de neem al cepillo tradicional para lavarse los dientes. “Si usted come alimentos duros”, dice Singh, “sus dientes estarán bien. Si come solamente alimentos blandos, como los occidentales, no tendrá dientes tan buenos”.

Cuando le pregunto por sus dientes, sonríe y, con la punta de la lengua, levanta un puente de una media docena de dientes en el maxilar inferior. “Me lo hice yo mismo”, dice. “El molde, los dientes, todo”.

(c) The New York Times Traducción Cristina Sardoy


DENTISTAS INDIA










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viernes, 12 de diciembre de 2008

Arrozales en China en plena montaña, en el terreno mas adverso.

Arrozales en China. La conciencia humana acicateada por la necesidad de alimento pone en marcha la "intencionalidad" y se impone frente a la adversidad del terreno. En estas fotos se puede apreciar como el hombre, pequeño dios en formación, amolda lo que le esta dado, la naturaleza, a su medida y nesecidad.
Los campos del arroz






Terrazas cerradas retienen el agua para poder sembrar el arroz.



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